miércoles, 31 de marzo de 2010

El insensible de la cámara.



Hoy estuve en el cementerio, mi colega Chuchi la palmó, lo peor es que han venido mis viejos, un montón de colegas del barrio. ¡Joder, crecimos juntos! Y no se me ha caído una mísera lágrima, es más, no pude parar de fotografiar.
La familia empezó a mirarme mal, como un extraño.
Lo sabía pero no podía detenerme, apretaba el disparador como si fuera una metralleta, la cámara me impelía a utilizarla como escudo ante el dolor.
Aún con la tapa puesta, dentro de aquella oscura caja de madera, Chuchi me sonreía y yo le disparaba sin remedio, sin compasión.

Al final me alejé avergonzado.

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